Creo que estas fiestas son las primeras en cuatro años en las que no tengo ninguna preocupación más que la de levantarme por la mañana y divertirme por ahí. Eso de tener ya la matrícula hecha, tener todos los exámenes «en regla», haber dejado el proyecto aparcado para octubre y no tener un trabajo al que acudir, hace que las fiestas arandinas sean más tranquilitas (dentro de lo que cabe).
Para los que no sepan sobre nuestras fiestas locales, decir que son en honor a Nuestra Señora la Virgen de las Viñas, empiezan el segundo domingo de septiembre y duran toda la semana (por lo que este año se celebran del 13 al 21 de septiembre) y cada año el ayuntamiento y otras asociaciones hacen más amenas las fiestas, con más actividades y actuaciones de mayor calidad.
De momento, este año hemos empezado con el concierto de Amaral (viernes 12 de septiembre, 22:30 horas, Recinto Ferial) el cual estuvo muy bien, ya que Eva tiene una voz en directo fascinante y la acústica de los instrumentos es fabulosa. Actuaron en un escenario enorme, junto con una iluminación muy lograda y un ambiente agradable, que hacían que los poquitos grados centígrados de una noche burgalesa pareciera más acogedora. No sabría cuantos asistentes seríamos, por miles se podrían contar y apurando quizás hasta diezmiles. En resumen, es uno de los conciertos-gira de los que se puede asistir sin arrepentirte de haber pagado por ello; también recomendables de los que ya actuaron en Aranda y a los que haya asistido son «El canto del loco» y «David Demaría» (este último también logra captar al púbico con su voz).
Como no, estas fiestas también han continuado en la mañana siguiente con el cañonazo ¿limpio? que nos anunciaba el inicio oficial de las fiestas patronales, aunque no puedo decir más ya que no asistí (la cama me sedujo y tuve que quedarme en ella). Posteriormente, para honrar a nuestra patrona, una tarde de ofrenda de flores en la ermita, donde todos los arandinos la agradecemos su estar. Y finalmente, la primera cena en la bodega de la peña «El Jarro», esa roja-blanca-negra en la que estamos toda la familia y 200 personas más, para irnos a la verbena amenizada por Odessa, nuestro grupo local del que todos deberían tomar ejemplo.
Y para mañana más… ¡a seguir disfrutando de las fiestas, hasta que el cuerpo resista!