Sigamos con la historia, ahora del viernes y sábado de estancia en Turín. Despertamos en casa de Rubén, en la que dormimos en unos colchones mejores que los de los apartamentos (a poco). Gracias a Mavi y a Rubén por el Nesquik que me compraron, qué gran desayuno junto al panetone. Ya desayunados, y tras dos horas de preparación para salir a la calle (somos unos putos vagos, chicos) fuimos a comer por ahí. Tenía que ser ya, que eran las 15:00 horas y allí a las 16:30 ya es de noche. En el camino conocimos a más gente erasmuriana, como Neus (Mallorca) y su amiga (lo siento, no me acuerdo de cómo se llamaba; de la otra sí porque nunca se me olvidará la putadita que nos hizo).
Acabamos comiendo en un kebab con Carlos y Elías, era tan picante que lo pasamos un poquillo mal para comérnoslo. Aunque estaba bueno. Luego fuimos a ver más cosillas por allí. Estuvimos en el museo del cine de la Mole (por mi parte, desahogando los nervios) que estaba genial, sobre todo esos vídeos que nos hacíamos con los de Matrix en el croma, y que luego vimos que se reproducían en gigante en una pantalla minutos más tarde… ¡qué vergüenza! ahí haciendo el tonto y luego toda la gente riéndose de nosotros. También las fotos en los escenarios que había montados: la casa ficticia de Rubén, el laboratorio del doctor chiflado, la cama roja redonda con la tele en el techo,… y en todos dando guerra. Después pasamos por el duomo de Turín, a ver la reproducción de la Semana Santa, que no pasaba de ser una tabla en la que los anillos habían dibujado capuchones y caras de Jesucristo, parecía de locos. También estuvimos viendo varios lugares de allí: plazas, calles, tiendas,… Todo muy bonito, aunque en verdad, Milán era más elegante. Molaba mucho las farolas con cristales de colores, y la plaza con los farolillos de la Feria de Abril (olé, olé).
Tras pasar por casa para arreglarnos, partimos hacia un bar-discoteca llamado Xrò. Allí nos echamos unos bailes junto a los italianos y escasa italianas (¿dónde se meten?). Lo curioso es que en los bares no se fuma nada de nada, lo cual me gusta. Puedes respirar oxígeno y la ropa acaba oliendo bien al final de la noche, tendría que ser así en España. Ya que me pongo, otras curiosidades son que los coches van por donde les da la gana, que es normal ya que no hay líneas en la carretera, los semáforos no se respetan y puedes cruzar por donde te venga en gana y la gente no se enfada por ello, los semáforos a las dos de la mañana quedan todos en ámbar (muy lógico, a esa hora no hay ni Dios conduciendo), y en los tranvías y en los autobuses no paga ningún alma caritativa, salen gratis siempre y cuando no te pille el revisor.
Reenganchando con esta última curiosidad, que tiene historia propia que diré más adelante, vayamos al sábado. Ese día Rubén nos llevó al mercado que hacen un barrio chungo. Nadie negará que es chungo, porque por allí vendían de todo lo posible y por haber 1oo% robado, cutre o de segunda mano. También te ofrecen «caramelos de la felicidad» a plena luz del día, como nos pasó, que viene un tío y nos dice «¿queréis alguna cosa?» a lo que Rubén, raudo y veloz cual pajarillo, le dijo que no. Menos mal, porque llega a ser Naza y nos le responde «¿qué nos ofreces?» y ya la habíamos cagado, drogadictos nos habíamos vuelto, jeje. El mercado estaba bien, era del estilo del que hacen en Aranda o en Valladolid en plaza España, aunque un poco más caótico. También estaba un mercado de navidad, con cosas típicas navideñas. A pesar de ir con los cojoncillos como corbata, nos lo pasamos genial. Para pre-cenar fuimos a un sitio donde nos sirvieron por 7 euros un cóctel con derecho a comer de un buffet libre todo lo que quisiéramos (en la foto). Todo muy rico y a un precio muy económico. Repetimos tres veces, y sin vergüenza alguna… bueno, un poco.
Ya por la noche es cuando viene la curiosidad. A cierta persona se le antojó que compráramos y lleváramos vino para la «gran fiesta de no fin de año» que se iba a celebrar por la noche. El pobre Rubén tuvo que aguantar una discusión con sus amigos y amigas por esto, pero parece que no acabó mal la cosa. Nuestra integridad física un poco, porque estuvimos parados esperando a que viniera un tranvía más de media hora, a lo que finalmente se publicaba que «la línea 3 había tenido un problema estaba cortada». Con los huesos helados, fuimos para la casa de tal persona que vivía donde Jesucristo perdió el mechero, con 18 litros de vino a cuestas. A mitad de camino vimos que venía el tranvía número 3 tan deseado, el cual tan felices y contentos cogimos gratuitamente. Pero no es tal nuestra suerte que enfrente de nosotros, a escasos 50 centímetros se encontraban, a falta de uno, dos revisores. Otra vez con los huevecillos como corbatas, y dicendo Rubén «no habléis español por lo que más queráis, que nos toca pagar 25 euros de multa», nos logramos librar no sé el cómo aún.
La fiesta de no fin de año estuvo muy bien. Zampamos mogollón de canapés y bebimos ese vino famoso. Ya que nos hizo coger una pulmonía, que nos calentara un rato. A eso de las 23:00 horas hicimos las campanadas junto con las 12 uvas de la suerte (que no sirvieron para nada). A las 0:30 horas teníamos que coger un autobús para bajar hacia el centro a la zona de fiesta, pero no iba a ir todo tan perfecto como parece, no. A mitad de camino el autobús pega un frenazo donde varias personas acaban en el suelo (el alcohol hizo de su parte también). Parece ser que el autobús casi atropella a un chico. A esto el conductor baja a pedirle disculpas, pero el chico no se lo toma a bien y empieza a pegar al conductor puñetazo tras puñetazo con un puño americano. Entre muchos intentan frenarle y echarle del autobús, pero el muy bestia de dos puñetazos se cargó la ventanilla del autobús (ver la foto). Por supuesto, un poco más adelante el conductor nos hace bajar a todos cerrando la línea… creo que no tenía cuerpo para seguir, y menos con 70 borrachos gritando dentro y sin pagar.
La noche acabó bien para algunos y mal para otros, aunque la cuestión es que acabó muy pronto. Irse de fiesta de Erasmus para acabar a la 1,30 en casa… ya nos vale. Pobre Naza que es la que peor lo pasó, toda afectada que iba. También Mavi se recogió pronto, que la vi llegar por la ventanita de la puerta, jeje. Los que mejor íbamos: Rubén, Rosa y yo (apenas iba mal, no bebí casi nada y cené mogollón). Tampoco nos vino mal porque ya lo siguiente era la recogida hacia nuestro hogar español.