Tenía que ocurrir un día de estos, lo sabía.
Hoy en día todo el mundo tiene los pagos domiciliados a la cuenta bancaria donde, normalmente, se recibe la nómina. Y tal es la despreocupación que cuando llegan a casa cartas requiriendo pagos «no domiciliados» las pasamos por alto. Total, si no están en el extracto bancario, es que no hay que pagarlos.
Y eso pasó hoy en mi casa. De los tres coches que tenemos, dos de ellos tienen el impuesto de circulación domiciliado desde el primer día, pero el otro… pues no sé, por algún despiste o vagueza, no estaba domiciliado. Resulta que el plazo de pago acababa el 20 de abril y hoy llegó la notificación de que debíamos tal dinero (más el 10% de intereses que te planta el ayuntamiento por moroso). Mirando papeles atrás, encontré la carta con la que había que acercarse a la caja/banco para pagarlo, metida en su sobre abierto un día de principios de año. Y, por supuesto, estaba sin pagar.
La conclusión a la que quiero llegar es que la domiciliación bancaria es un sistema al que ya estamos tan acostumbrados que obviamos aquellos pagos que aún se realizan como hace 20-30 años atrás: yendo a la caja/banco con el papelito que nos dice qué pagar, cuándo pagar y cuánto pagar. Y es que hoy en día domiciliamos todo: teléfono, luz, gas, ADSL, facturas del taller, pagos en tiendas, impuestos… todo aquello en lo que nos permiten.
Quizás ese 10% de multa nos servirá para tener más en cuenta las notificaciones que lleguen a casa e intentando cumplir los plazos de pago, ya que no todo en esta vida está domiciliado, aunque en un futuro espero que tengamos un calendario digital en nuestra cocina de casa donde se señalen los plazos límite de pagos de este tipo, y que nos avise en el caso de que no se haya producido dicho pago en la fecha. Pero para eso falta mucho aún…